La Conejera

"Sobre las cinco de la tarde del lunes 15 de julio -dos días antes de abandonar su cuerpo-, Blandine Watkins para en la lavandería antes de dirigirse al noreste y se pregunta si la inminente actividad de la noche le desvelará si es una persona moral o inmoral. Sabe que el poder es una traducción de la virtud, y cree que las actividades amorales no existen. Blandine recuerda un pasaje que Hildegarda de Bingen escribió hará como novecientos años: "la voluntad alienta una acción, la mente la recibe y el pensamiento la materializa. Sin embargo, este entendimiento discierne una acción gracias al proceso de conocimiento del bien y el mal". Blandine tiene voluntad de sobra -"la voluntad es como el fuego de un horno en el que se cuece toda acción", según Hildegarda- y varios pensamientos, pero ¿carece de entendimiento moral? Tras considerar la cuestión unos segundos, se da cuenta de que no está tan comprometida con el asunto.

Sentada en el banco de la lavandería, Blandine intenta relajar los músculos, separarse del cuerpo y centrarse en el baboseo de las máquinas. Una leve angustia financiera le golpea los riñones. Piensa en el plan de revitalización urbanística que está a punto de destruir lo único bueno que queda en Vacca
Vale: una exuberante extensión de parque llamada Valle Castidad. Blandine está harta de villanos de dibujos animados. Prefiere los suyos, complejos y sutiles. Disfrazados de héroes.

Dos bolsas grandes de pana esperan a sus pies como un par de perros guardianes. Que haya café gratis en esta lavandería infrafinanciada siempre conmueve a Blandine. Intenta centrarse en el olor, pero en su interior fermenta una energía violenta. Sus rodillas rebotan de un modo incontrolable".

Da novela La Conejera de Tess Gunty editado en Sexto Piso.