Un puñado de flechas
María Gainza é unha das nosas debilidades, El nervio óptico (Anagrama) é un dos libros que máis recomendamos. Así que aquí estamos, confirmando que nos gustou o seu novo libro, Un puñado de flechas (Anagrama). O título cólleo prestado dunha frase que lle dixo Francis Ford Coppola nun encontro inesperado en Bos Aires: "El artista viene al mundo con un carcaj que contiene un número limitado de flechas doradas. Puede lanzar todas sus flechas de joven, o lanzarlas de adulto, o incluso ya de viejo". Gainza reflexiona sobre o acto de crear e as crises que se atravesan nos procesos creativos, tamén sobre o coleccionismo, as migrañas ou a memoria. É un texto singular, a medio camiño entre ensaio e narrativa, que mestura arte, vida e literatura. Todo o que nos gusta, vaia!
"No sé si han notado que muchas veces las vestuaristas de cine se visten como si no les importara la ropa; parecen querer decir: «Sé tanto sobre moda que no me rindo ante sus mandatos». A veces creo que mi renuncia a las pinturas era un gesto snob de ese estilo. Prescindir de lo que más me gusta en la vida, no acumular, no poseer, ¿me elevaba sobre el común de los mortales? Había otra cuestión que me torturaba: una confusa bola de trapos había emparentado siempre en mi cabeza lo bello con el gasto frívolo. Y yo desdeñaba lo frívolo, quizás porque no podía acceder a ello. A ese punto había llegado. Había inventado la estética de la renuncia como forma de protección. Las paredes de mi casa parecían declamar: «Soy honesta, no oculto nada, ni siquiera tapo las humedades». Pero, a la vez, si visitaba a alguna colega que, como astuta urraca, había acumulado pinturas a cambio de favores y ahora las exhibía sin traumas, el efecto me atraía al punto de la envidia. Y aun así no podía salir de mi cárcel.
(...)
En esos días comencé a pensar en los muros blancos de mi casa, a los que todas las tardes, después de la ronda médica, volvía. Sin pinturas, sin siquiera bibelos, mi casa era una cámara frigorífica. Y hete aquí, en algún momento de este proceso, empujada nuevamente por la necesidad de dinero, decidi hacerme de unos pesos rápidos y vender los libros que me sobraban, los que no eran del círculo íntimo, sino del segundo o tercer cordón. En mi razzia literaria, cayó sobre mi cabeza un libro de Edith Wharton. Fue la bellota que terminó por despertarme. Se llamaba The Decoration of Houses y era un manual escrito a cuatro manos entre Edith Wharton y el arquitecto Ogden Codman, Jr. El libro me hizo pensar en el interior de mi casa de manera muy seria y me obsesionó con algo que, después de todo, no le hacía mal a nadie: la decoración. Wharton acá me guiaba, su manual disolvía el conflicto entre sensibilidad y lasitud moral porque eludía el consumismo lujoso. No serás una derrochadora, me tranquilizaba Edith, sino alguien que encuentra chispazos de felicidad en la disposición de objetos queridos. Mentiría cual vil novelista si mencionara el momento del día en que la idea pasó por mi mente: ¿y si cuelgo una pintura?"
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