Los desperfectos

Tiñamos moitas ganas de ler este libro que estaba na nosa lista de pendentes e que non defraudou. Recomendamos totalmente Los desperfectos (Hurtado&Ortega), o primeiro libro de Irene Pujadas, que foi Premio Documenta no 2020. Uns pequenos obreiros do destino que se encargan de xogar coas casualidades da vida humana, os pensamentos dunha persoa que acaba de ser enterrada, unha finca sobre a que pesa unha maldición, un pobo italiano que inventou tradicións para burlar aos turistas. Vinte e un relatos divertidos, orixinais, xoguetóns e intelixentes.

En eso coincidíamos todos, las buenas y las malas lenguas: el solar de los Gratacós, cuanto más lejos mejor. Los rumores en torno a aquel pedazo de tierra se venían acumulando desde siglos atrás, una montaña de malos escombros. Ahora ya hacía años, incluso décadas, que nadie ponía allí un pie. Había sido propiedad de los Gratacós desde que el pueblo era pueblo, y desde antes. Señoritos de Barcelona, compraron el terreno quién sabe cuándo y nunca construyeron ni una cabaña, ni un cobertizo de herramientas, ni un garaje de chapa. ¿Qué se había acumulado allí? La arena y los malos hados.

El solar de los Gratacós llevaba un porrón de años blindado por un terror atávico que se había ido contagiando de generación en generación. Las historias que habían llegado no eran precisamente amables. Se decía — se lo decíamos a los nietos mientras les abrochábamos la camisa, antes del colegio; las madres se lo confiaban entre ellas; alcaldes y clérigos se transmitían el conocimiento-, se decía que una embarazada había cruzado el solar a todo correr porque había roto aguas y que el hijo le había nacido muerto. Una vez, un chico que volvía a casa de noche, y era muy tarde, vio un cirio rojo encendido en mitad del solar, entró a apagarlo y una semana después los labios se le pusieron morados y escupía sangre y decía barbaridades y murió poco después por propia gracia, porque ya no regía, pero para desgracia de todos los demás. A un hombre le mordió un murciélago infectado de rabia. Un chiquillo que había recogido una pelota con la mano había perdido todos los dedos; se le habían caído como si fuesen mechones de cabello. Una carnicera parlanchina había salido privada de voz, y la gente tenía que hablarle por señas y terminó haciendo labores en una sala oscura, una imagen tristísima. Y estaba también la historia de esa chica a la que le habían salido dientes en las partes bajas, incluso muelas, y por las noches se reía como poseída por el demonio, y no pudimos casarla porque les helaba la sangre a los mozos.

Todo esto es antiguo y es cierto y si no te lo crees ven y compruébalo.

 

Libraría NUMAX |