El día que Nils Vik murió
Hai libros que esperamos desexosas, outros que nos entran polo ollo nada máis chegar á libraría e hai uns nos que tardamos en reparar e acaban sendo dos mellores. Este é un deses últimos. Un amigo que sempre nos fai moi boas recomendacións díxonos que lésemos El día que Nils Vik murió (Anagrama) de Frode Grytten. O título é unha boa descrición do que é o libro: o último día de vida de Nils Vik, un home maior que traballou sempre pilotando un transbordador nun fiordo de Noruega. A premisa soa desalentadora, pero o ton do libro é de paz e quietude. O narrador decide que chegou o seu momento e non hai drama nesa decisión. A súa última xornada transcorre atravesando o fiordo no seu barco e atopándose polo camiño coa presencia da súa cadela Luna (❤️), que morreu hai anos, e coa de outra xente que formou parte da súa historia e que xa non vive. Deste xeito, o libro transfórmase nunha historia coral das vivencias que aconteceron nese barco e nese recuncho do mundo. Todas elas impregnadas da bondade e do amor pola vida de Nils Vik.
Cruza el fiordo. Cruza el fiordo sin vacilar. Cruza el fiordo como lo ha hecho tantas otras veces. Tarde y temprano. Por la mañana y por la noche. Con tormenta o con buen tiempo. Hacia el este y hacia el oeste. Solo las gaviotas le siguen, murmurando y quejándose, y parecen de un blanco casi antinatural mientras sobrevuelan el barco. El único rastro humano esta mañana son las luces de las casas y los faros de un coche que se abre paso al oeste.
Nils Vik se da la vuelta. Cree ver una pequeña columna de humo elevándose junto a la casa; el colchón ya debe de estar consumido por las llamas, reducido a cenizas. La casa desaparecerá muy pronto de su vista. La próxima vez que se dé la vuelta, ya no podrá verla. Todos sus minutos están aquí, todas sus horas, todos sus días. Después de todos esos años, ha aprendido que un buen hogar es una fortaleza, un escudo alrededor del cuerpo, un refugio que envuelve la piel y la ropa. Estar allí, preparar la comida, hacer bebés, dormir, despertar, comer, cagar, mear, amar.
Son casi las siete y media. Aunque ya es por la mañana, aún es de noche, y la oscuridad se mantiene en el interior de los dormitorios. Las personas duermen arrebujadas en sus edredones. Pronto harán el desayuno, pronto irán al establo a ver cómo están los animales, pondrán en marcha las ordenadoras, revisarán las redes de pesca y los corrales, irán en coche a partidos de fútbol y a cenas con la familia. Las campanas llamarán a misa, los tañidos harán vibrar la superficie del agua. Se le ha acabado el tiempo. Viene siendo una cuestión de tiempo desde hace rato. Siempre es una cuestión de tiempo. En este último día va a tender un hilo a través del tiempo, retrocederá, verá adónde le lleva. Recorrerá la ruta habitual -o más bien las «rutas programadas»- por última vez. Seguirá el rastro de todo lo que ha amado en su vida, lo elevará, lo honrará. Porque si él no lo hace, ¿quién lo hará?
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